miércoles, 12 de octubre de 2011

5 Minutos con la Constitución VI

Nuestros Deberes: ¿Qué tenemos que hacer?



Por: Juan Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg

En entradas pasadas hablamos de los Derechos que tenemos, en especial de los Derechos Fundamentales, inherentes a nuestra condición de seres humanos. Igualmente comentamos los mecanismos e instituciones creados por la Constitución de 1991 para la efectiva materialización de dichos Derechos.

A lo largo de los años, muchos críticos de la Constitución de 1991 han afirmado que esta fue excesivamente benévola en el asunto de los Derechos y muy poco exigente a la hora de exigir Deberes. Esto sería cierto si nos limitáramos a hacer un cálculo matemático del texto literal de la Constitución enfrentando los Derechos a los Deberes.

La clave de esta discusión está en el Artículo 95 de la Constitución que afirma:

La calidad de colombiano enaltece a todos los miembros de la comunidad nacional. Todos están en el deber de engrandecerla y dignificarla. El ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en esta Constitución implica responsabilidades.

Es la manifestación Constitucional de la expresión conocida: “Todo Derecho conlleva una obligación correlativa”.

Así deben ser entendidas la gran cantidad de potestades que nos otorga nuestra condición de colombianos. En el ejercicio de nuestros Derechos debe estar también presente el cumplimiento de nuestras obligaciones.

Por ejemplo, nuestra exigencia de ser tratados con Dignidad debe ir acompañada por un comportamiento ético que nos conduzca al reconocimiento de la Dignidad de los demás. Y si deseamos recibir respuestas por parte de la Administración, en ejercicio del Derecho de Petición, debemos ejercerlo dirigiendo la petición respetuosa y oportunamente, al funcionario competente y cumpliendo con los mínimos requisitos exigidos por la Ley.

Si deseamos ejercer un trabajo digno, y recibir en contraprestación una adecuada remuneración, debemos poner nuestro empeño y esfuerzo en el ejercicio de la labor encomendada, comprometernos con el empleador al cumplimiento de los estándares necesarios de calidad y servicio y promover condiciones adecuadas para el desarrollo de la labor con los compañeros de trabajo. No sobra recordar como lo hicimos en una pasada entrada que el Trabajo es un Principio fundante del Estado Social de Derecho en el modelo colombiano. 

Del mismo modo si aspiramos a ser respetados en nuestra libertad de expresión y difusión de ideas, debemos esforzarnos porque nuestras afirmaciones se correspondan con la verdad, o estén permanentemente en su búsqueda, que no pretendan el desprestigio de personas u organizaciones, y mucho menos si no contamos con pruebas para sustentar acusaciones.

Del mismo modo podríamos continuar con cada uno de los Derechos que nos asisten y subrayar las obligaciones que les son inherentes, la idea central del asunto debe versar en nuestra conciencia de que el respeto por los Derechos de los demás y nuestra búsqueda común de la efectividad de los mismos, refuerza nuestra legitimidad a la hora de exigir nuestros propios Derechos.

Es de aclarar también que existen circunstancias particulares que exigen un reconocimiento diferencial de ciertos Derechos y garantías para ciertas personas que están condiciones especiales. Estas condiciones especiales están señaladas en la Constitución y serán el tema de una próxima entrada.

Nota del Redactor: Esta entrada hace parte de un grupo de nueve ensayos breves conmemorativos de los 20 años de la Constitución Política de Colombia, difundidos a través de la Emisora Cultural Caldas FM, de la Gobernación de ese Departamento.

domingo, 9 de octubre de 2011

Falsos Positivos, Verdaderos Crímenes


Por: Juan Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg


Puede que muchas personas ya hayan dicho lo mismo que yo, pero me resisto a aceptar que toda Colombia no se levante en contra de esta conducta vil y miserable que han venido a maldefinir “Falsos Positvos”, y aun cuando toda Colombia levante su voz de indignación y protesta no será suficiente pues el daño, infortunadamente, es absolutamente irreparable. Se trata de una anomia premeditada que pretende hacernos errar.

No estoy seguro de ser una de tantas voces, o un solitario histérico en el desierto, que se indigna hasta el llanto al saber que hombres que juraron protegernos se han valido de los medios de la tortura y la barbarie, emulando los nefastos criminales que dicen perseguir, en la búsqueda de beneficios patrocinados por sus superiores, y los superiores de sus superiores, en procura de estadísticas que ilustren lo bien que va el restablecimiento del orden público en esta, que por ser la seguridad nuestra máxima aspiración, no deja, ni dejará de ser (espero fervientemente equivocarme), más que una republiqueta sin norte y sin futuro.

Porque el escándalo de los Falsos Positivos es, desde su denominación, una atrocidad de proporciones dantescas. Ya el hecho de afirmar que un Civil asesinado con las armas que pagamos con nuestros impuestos se trata de un Positivo, y que además es Falso, es una muestra del desprecio por la vida que inunda nuestro país y de la complicidad de los opinadores de Colombia, que han aceptado sin censura alguna que estos Crímenes de Lesa Humanidad, se tratan de “Falsos Positivos”. Pues estas deleznables conductas no son nada más ni nada menos que eso, Crímenes contra la Humanidad toda, que hieren a la sociedad al arrancar del seno de las familias a personas inocentes, que tal vez por su misma inocencia son la mejor carne de cañón que catapultará a los viles perpetradores a posiciones más altas o a descansos más largos y mejor remunerados.

Y la magnitud del asunto se agrava aún más (si eso es posible), porque hace parte del nefasto círculo vicioso de un país que ha caído en la falaz creencia de que su mayor problema es la inseguridad y ha optado por bajar la fiebre para curar el cáncer, con un descuido criminal por la solución de las verdaderas causas de los verdaderos males que nos aquejan. Por ello creo que un país en el que el mayor porcentaje de sus recursos está destinado a la adquisición bélica no merece un futuro mejor del que nos estamos forjando, condenando a nuestros jóvenes a la mezquina necesidad de definir como vocación la dicotomía de engrosar el hampa o las fuerzas armadas, que como ya vimos, también tienen hampones. Pero no es que el ejército o la Policía sean criminales por definición, sino que se han visto sumidos en una lógica maléfica que desnaturaliza sus fines y deslegitima su accionar.

Muy profunda es la contrición a que están obligados tanto los comitentes de estos inenarrables actos como sus determinadores, tal vez más culpables por su poder corrupto y corruptor y por su posición privilegiada. Además, el reproche que como sociedad estamos en mora de hacerles debe estar inspirado a la vez por la máxima humanidad que ellos han despreciado, y por el ánimo de ejemplarizar a otras personas para que en similares circunstancias, opten por las conductas apegadas al Derecho y a la Dignidad Humana.

Es nuestro deber como sociedad, si aspiramos a llegar a algo más que a un Estado fallido, alzar nuestra voz en contra de estos actos para asegurarnos que no quedarán impunes y en especial, que no ocurrirán nunca más.

lunes, 3 de octubre de 2011

¿Y Manizales qué?

Por: Juan Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg



A finales del año anterior tuve la posibilidad de visitar Medellín. Como siempre, uno queda fascinado con la vida de la capital de la montaña, la amabilidad de la gente, el clima, la infraestructura, el comercio, entre otros. Aproveché una oportunidad que tuve, me monté en el Metro y me dirigí a la nueva línea del MetroCable, la “Jota”, inaugurada hace más o menos tres años, que conduce a los sectores de San Javier, Juan XXIII, Vallejuelos y La Aurora, en las comunas Nororiental y Noroccidental de esa ciudad.

Uno se siente como esos narradores omniscientes de las novelas, sobrevolando las zonas que hasta entonces eran la cara oculta del portentoso y próspero Medellín. El espectáculo es sobrecogedor, la miseria, la ropa colgada, los niños semidesnudos y barrigones recorriendo las intrincadas callejuelas que circundan las barriadas, los tejados con publicidades políticas descoloridas, que seguramente para esta época ya estarán retocados; se trata de un cuadro cargado con realismo mágico pintado con todo lo que ha sido Colombia. Sin embargo, ese recorrido es una prueba de que Medellín aceptó sus miserias, su atraso, y que reconoció que estos ocultos habitantes eran también medellinenses, paisas, antioqueños “de pura cepa”, y además que tenían derecho a acceder a esa Medellín cosmopolita e incluyente que conocemos en el resto del país y del mundo.

No hace mucho, me dirigía a mi oficina caminando, en el trayecto me crucé con la estación Centro del Cable Aéreo de Manizales. Vi como un desprevenido usuario descendía de un taxi y se acercaba a la portería de la estación, llevando consigo un maletín de viaje, por lo que presumí que se dirigía a la Terminal de Transportes. Un funcionario del Cable Aéreo le informaba al usuario que ese día y durante siete días más el servicio estaba suspendido por mantenimiento.

Esta escena llevó a mi mente inmediatamente a la línea del MetroCable de Medellín, y me puse a pensar en las consecuencias que tendrían la ocurrencia de un hecho similar en las líneas J o K del Metro antioqueño. Sin duda –pensé- en Medellín hubiera habido cuando menos una manifestación, tal vez también algunos disturbios y llamados de concejales y líderes comunales al pronto restablecimiento del servicio. Acá en cambio, no pasaba nada, tal vez sólo una pequeña rabieta del usuario distraído que se enteraba en la puerta de la inactividad del sistema, y que abordaba un taxi hacia la Terminal.

Me cuestioné entonces sobre la utilidad, necesidad y oportunidad del servicio que presta el Metro Cable de Manizales. Me pregunté si el trazado del mismo hacía parte de una política de movilidad para la ciudad, si se pretendía la satisfacción de las necesidades de transporte de las personas más necesitadas de la ciudad, tal como se hace en Medellín. Mis cuestionamientos se aumentaron con la nueva línea que está pendiente de ser inaugurada, que comienza en el sector del Cable y concluye en el ecoparque Los Yarumos. ¿Qué beneficios sociales traen estas líneas del Cable?, ¿cómo mejora la calidad de vida de los manizaleños al usar estos servicios?, ¿disminuyen los costos que las familias manizaleñas tienen que invertir en transporte?.

Mis dudas no solamente recaen sobre el logro de los objetivos sociales (si es que los hay) del proyecto, también me cuestiono sobre las ventajas económicas del mismo. ¿Será que el trazado actual ya construido, se corresponde con el sector que más población puede transportar el sistema?, ¿está garantizada la viabilidad financiera con base en los aportes de los usuarios del mismo, o será una carga más para los contribuyentes de la ciudad?, ¿cómo sería el promedio de uso, y consecuentemente, el de recaudación del Sistema si, por ejemplo, existiera una línea del Cable Aéreo con destino la Comuna Ciudadela del Norte donde está el grueso de la fuerza laboral de Manizales?.

Estoy presto a recibir las respuestas a estas y otras inquietudes, las cuales comparto con otros ciudadanos respecto de este proyecto, que valga acotar, está en el corazón y en las ilusiones de muchos manizaleños, incluso de los adoptivos, como yo.