martes, 7 de mayo de 2013

Iglesia, Actualidad y Debate


Respetada Catalina, he seguido con atención algunas de sus columnas, las cuales encuentro bien sustentadas y acordes a una cosmovisión estructurada y coherente. No obstante, no comparto el fondo de muchas de ellas, pues, a su vez, poseo una estructura y una cosmovisión que considero coherente, pero en muchos puntos es contraria a la suya. Aprovecho para aclarar que si bien soy Católico, no hago parte de la Jerarquía de la Iglesia, que tampoco soy un politicucho, y adicionalmente, que el actuar del Procurador me parece abusivo, retrogrado y anti-cristiano[1].

En ese marco, quiero exponerle mi apreciación respecto de su columna del 02 de mayo, en el diario El Espectador, Teología de los tamales[2]. Como se deduce de la introducción a esta misiva, mi posición no es oficial ni institucional, sino más bien una iniciativa particular de un laico inquieto.

Primero quiero señalar un hecho, y es que la Iglesia no es un Movimiento, por lo que su Doctrina, en lo fundamental, debe permanecer inmutable, pues está basada en lo expresado por aquel sencillo carpintero de Galilea, que dijo ser “El Camino, la Verdad y la Vida” (Jn, 14: 6), y sobre lo que sus discípulos construyeron con base en lo que él les enseñó. Por ello, la Iglesia no responde al Vaivén de los tiempos, sino que es portadora de un mensaje universal y perenne.

No obsta ello para que innove en su deseo de difundir sus enseñanzas por medios novedosos, por ejemplo, a través del Twitter, con la cuenta que el Sumo Pontífice (@pontifex) maneja para difundir su mensaje. Pero el mensaje, insisto, es inmutable. Lo que sin embargo, no significa que la doctrina católica sea una “una doctrina tan arrogante que no admite conversaciones”.


En la Iglesia existen tantas manifestaciones de esa misma verdad, que inmutable, se presenta de diversos modos, de acuerdo a carismas, circunstancias y necesidades. Por ello alberga a tantas órdenes, movimientos, asociaciones y otras tantas modalidades de integración, que son modos de ser en su seno. Es así como se ha abierto a la Prelatura Personal del Opus Dei, al Movimiento Comunión y Liberación, al Camino Neocatecumenal, a las Hermanas de la Caridad (Fundadas por la Beata Teresa de Calcuta), a los Sacerdotes Obreros, la Compañía de Jesús, los Hermanos Maristas, en fin, abundantes organizaciones, todas con finalidades y carismas particulares, pero estandartes todas de un único mensaje: Dios, que es Amor. 

Probablemente, se me recuerde ahora la historia de los muchos hombres y mujeres quienes hoy la Iglesia exalta como Santos y Beatos, que contradijeron lo dicho por sus superiores, incluso contra el Obispo de Roma. Recordemos que San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden Jesuita de la que tanto el Padre Novoa, como el Padre Llano hacen parte, fue objeto de un profundo escrutinio por parte de la Inquisición, en particular al difundir el documento de los Ejercicios Espirituales que presentó como respuesta a su experiencia en Manresa y que hoy es fuente de abundantes bendiciones para su Orden y otras tantas que han bebido de la “Espiritualidad Ignaciana”. También lo fue San Alberto Hurtado, otro jesuita, casi de nuestra época, que tuvo que rechazar las instrucciones de sus superiores, al expresar su deseo de fundar el Hogar de Cristo, obra mediante la cual se han salvado del hambre y la miseria miles de personas en Chile, y que es sin dudas el mayor legado de este Santo de nuestros días.

Pero existe una constante en esos, hoy considerados Santos, tal vez entonces incomprendidos, y es que su misión no era hacer mutar el mensaje de la Iglesia en algo que realmente no dice, sino, buscar una vuelta a los orígenes, a las bases, al fundamento mismo de la Fe, al encuentro personal con Cristo, como manantial de gracia.

La Iglesia, contrario a lo que usted afirma, es una institución en permanente diálogo, de avanzada, con el deseo ferviente de hacer de este un mundo más humano. No por otro motivo es que ha combatido con denuedo por la Dignidad Humana, incluso antes de que esto estuviera de moda. Ya en 1891, el Papa Leon XIII, por medio de su encíclica Rerum Novarum, exigía la existencia de condiciones dignas para los trabajadores. ¿Acaso queremos olvidar de un plumazo la batalla sin tregua del Beato Juan Pablo II, por la Vida, la Dignidad y la Paz de la humanidad? Lo que pasa respetada Catalina, es que divergimos en puntos centrales, como en la respuesta a la pregunta ¿Desde qué momento somos Humanos, y con ello, dignos?

La iglesia, dice el Credo Niceno[3] es Una, Santa, Católica y Apostólica, pero a su vez, está conducida por hombres, falibles, imperfectos, y es por ello que en muchas ocasiones falla, y es el reconocimiento de esas fallas, la que la hace, además, profundamente humana, y por ello, ella misma, requiere de la Gracia de su fundador, de Cristo, que decidió construirla como medio para darnos la salvación. Valen pues, sus reproches sobre los vínculos que jerarcas o laicos “destacados” de la Iglesia puedan tener con personas e instituciones contrarios a la vida, a la dignidad, a la justicia, y por ellos habrá que hacer una purga, como las hecho, con éxito en muchas ocasiones de su historia.

La Unidad de la Iglesia exige que sus ministros, los Sacerdotes, conserven, dentro de los límites de la libertad de expresión, un discurso acorde a la enseñanza de su Magisterio, y no podrá aceptar que sus representantes desdibujen ese mensaje, esa enseñanza. ¿Sería acaso aceptable que un Magistrado de la Corte Constitucional, se fuera en una sentencia, lanza en ristre contra el Estado Social de Derecho? De hacerlo, una gran cantidad de personas, entre ellas usted y yo, le aseguro, le criticaríamos y le exigiríamos o retirarse de esa dignidad, o moderar sus afirmaciones. Lo mismo espera la Iglesia de aquellos que han recibido, por su propio deseo, el Orden Sacerdotal, o cualquier otro tipo de consagración especial. No pueden ser pues puentes que conduzcan a la división, sino estructuras, que con bases doctrinales firmes, permitan interpretar de manera innovadora el mensaje que se les encomendó, pues “la Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias (…)” como lo expresó la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (Brasil) en 2007.

Las posturas que han sido puestas en tela de juicio, por estos y otros sacerdotes, son parte del fundamento de la predicación de la Iglesia, su batalla  -ya lo he dicho- por la vida, desde la concepción, hasta su fin natural, no tiene tregua, ni puede ser morigerada de manera alguna. La familia, conformada por un hombre y una mujer, no es para la Iglesia un mero capricho, un deseo de imponer la infelicidad a aquellos que tienen inclinaciones diversas, pues para ella, como lo decía Benedicto XVI, “es palestra de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente”[4], es por lo tanto, la base y el sustento de la Civilización del Amor, en la que todos tengamos cabida. Combatir por procurar su preeminencia frente a otras modalidades de unión marital, está en el ADN de la iglesia, es su obligación tanto como su derecho. No obstante, me parece apropiada oportunidad para recordar lo dicho sobre el homosexualismo por el Catecismo de la Iglesia Católica: “2358. Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición“.


Como ve, respetada Catalina, la tarea que Jesucristo delegara a la Iglesia de “salvar almas” está intacta, podrá no siempre adelantarse de la mejor manera y podrá siempre hacerse mejor, llegando a más personas, transformando más vidas. Es por haber sido Dios mismo quien la otorgó, una labor irrenunciable, y si para ello es necesario apartar del ministerio a aquellos que sean menos que una herramienta, un obstáculo, pues será necesario que, en justicia, lo haga, para la Mayor Gloria de Dios, lo contrario, sería traicionar a esa tarea de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del mensaje, enfrentando con sincera visión católica, esto es, universal, los dilemas sociales del mundo.

Con un fraterno saludo, me despido.

03 de mayo de 2013,  solemnidad de la Santísima Cruz


Juan Pablo Gutiérrez Alzate
Laico Inquieto




[1] En esta entrada expreso mi opinión como Católico, frente a la actuación del Procurador Ordóñez:  http://tanlindoelmiquito.blogspot.com/2012/09/al-cesar-lo-que-es-de-alejandro.html
[2] Teología de los Tamales, por Catalina Ruiz-Navarro http://www.elespectador.com/opinion/columna-419520-teologia-de-los-tamales
[4] Discurso Inaugural V Conferencia CELAM, Aparecida (Brasil) 2007.