domingo, 7 de julio de 2019

¡Les Estamos Haciendo el Juego!



Por: Juan Pablo Gutiérrez-Alzate (@elmiquitojpg)

Es verdad que el país está descuadernado. El Congreso no se pone de acuerdo sobre asuntos fundamentales, las Altas Cortes se ven altamente cuestionadas y el Gobierno, a once meses de inicio de su mandato no tiene un rumbo fijo y va dando tumbos en política interna y externa. Lo único en lo que parece haber una firme determinación es en la de acabar de tajo el Acuerdo de Paz con las FARC. 

La Polarización bordea los mismos límites que se alcanzaron durante la campaña del Plebiscito de 2016 y la elección presidencial de 2018. El ambiente está altamente caldeado y el nivel de debate, como un escenario de socialización y consenso, se encumbra más bien como una palestra para el radicalismo y la pugnacidad. 

Volvieron los ominosos crímenes de Estado que con el propósito de disimular han definido como “Falsos Positivos” o “Ejecuciones Extrajudiciales”, como si en Colombia se pudiera condenar judicialmente a la muerte. Tuvieron que ser denunciados por medios extranjeros, pues los nacionales actuando con cobardía y complicidad prefirieron callar, y silenciar a aquellos que desde su seno cuestionaron ese proceder.    

Todo esto lo advertimos cuando debatimos si valía la pena votar contra Iván Duque. 

En ese contexto, se elevan voces que buscan conjurar la crisis apelando a la Unificación de la Cortes, destruir la columna vertebral de los Acuerdos y más recientemente, convocando a una Asamblea Nacional Constituyente, que paradójicamente, fue una de las propuestas iniciales del candidato que resultó derrotado en las presidenciales, y por las que fue más duramente criticado por quienes hoy la enarbolan. 

Esta estrategia no es nueva. Los impulsos de desinstitucionalización vienen de tiempo atrás. Casi diez años hablando del desgobierno, del supuestos abuso de parte de las Cortes, mintiendo sin sonrojarse sobre los temas importantes de la realidad nacional. 

Especialmente en la segunda tanda del anterior presidente, con un partido político especializado en el tema, se erigió una oposición ominosa, que se dedicó a despotricar de todo cuanto se hizo durante los últimos cuatro años. Esta estrategia les permitió recuperar el Poder y en agosto de 2018, uno de sus huestes asumió la Jefatura del Estado. 

El regreso les ha salido tan mal, que pareciera ser la hecatombe que servía de excusa para las manidas y mediocremente ocultas intenciones del entonces ya reelecto Álvaro Uribe de atornillarse definitivamente en la silla presidencial.  

“Nemo auditur propriam turpitudinem allegans” aducían los pretores romanos cuando alguien trataba de utilizar su propia culpa en su beneficio. Y esa parece ser la única excusa de los promotores de la pérfida iniciativa: Un estado de cosas del que son responsables, y una solución que pareciera solo beneficiar al titular del Ubérrimo. 

Y lo peor es que comienza a haber cierta aceptación entre un crecimiento porcentaje de la población, en otras palabras ¡les estamos haciendo el juego!

Pero la situación no era tan grave como ellos la describieron durante ocho largos años, (aunque hoy se aproxima a sus descripciones), ni la solución es una Constituyente, que con ellos a la cabeza, servirá solamente para quebrar el ya débil equilibrio de poderes, desconocer impunemente el precedente judicial y el principio del juez natural, poner todas las ramas del poder al servicio de una ideología que ya ha demostrado estar dispuesta a lo que sea para hacerse definitivamente con el control del Estado, al que en últimas, no les importa desmantelar. 

Quienes consideramos estar en la orilla opuesta de la historia estamos llamados a denunciar esta estrategia y a tratar de contener todas las andanadas antidemocráticas que se lanzan en contra de nuestras instituciones, día tras día. Sin Instituciones fuertes los ideales de dignidad, humanismo, trabajo e interés general quedarán en los anaqueles de la historia del país, como bellos postulados que quisieron pero no pudieron ser.