domingo, 1 de junio de 2014

¡La Paz va en Serio!

Por: Juan Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg

La Política es variable, sobre todo en este país más acostumbrado a los personalismos exacerbados que a las Políticas Públicas, a los programas de gobierno serios, a las acciones sostenidas en el tiempo. Pero esta tradición centenaria de acomodamientos por parte de nuestros políticos ha tenido su mayor representación en estos últimos días, particularmente después de la primera vuelta presidencial que dio como ganador al Exministro de Estado, Óscar Iván Zuluaga Escobar, candidato del Centro Democrático, partido del Expresidente-Senador, Álvaro Uribe Vélez.

A pesar de que la fórmula de que “¡El proceso de La Habana hay que levantarlo YA!" le dio los resultados que le permitieron derrotar al Presidente-Candidato en la primera ronda, la adhesión del “Caballo de Troya” del Partido Conservador, Martha Lucía Ramírez, llevada al conservatismo para dividirlo lo cual consiguió con todo éxito, significó el cambio de dicha cerril posición, y ahora también Óscar Iván Zuluaga es un adalid de la salida negociada al conflicto, y dice, siempre lo ha sido, a pesar de sus conocidas manifestaciones públicas contrarias a los diálogos desde el inicio de la campaña. Oportunismo Puro y Duro, diría yo.

Y peor aun, Oportunismo Torpe.

Si es cierto que Zuluaga quiere mantener la mesa de La Habana, lo primero que debe hacer como Presidente de la República es reconocer la existencia de un Conflicto Armado No Internacional, en los términos del Protocolo Adicional II a los convenios de Ginebra sobre Derecho Internacional Humanitario. Reconocimiento que su patrón se negó a otorgar a pesar que la definición no puede ser más precisa para el conflicto colombiano. Si no lo hace, no puede negociar, porque está prohibido por el DIH, y si lo hace, comenzará el necesario distanciamiento con el Expresidente-Senador, tal como ocurrió con el hoy presidente Santos.

El proceso de paz adolece de muchos problemas, pero, a pesar de ello es eficaz y sincero.

Eficaz porque como nunca antes se han dado pasos hacia la constitución de un acuerdo definitivo, que tiene además la exigencia de ser refrendado por los colombianos y que ha avanzado como nunca antes en la historia del conflicto. Es sincero porque, si bien se hace a puerta cerrada, todos los participantes dialogan con el país, y se han escuchado a las víctimas, a los ciudadanos, a los jóvenes, a la Iglesia. Es decir, la Sociedad Civil se ha hecho presente y ha sido escuchada.

Una evidente causa de desconfianza en el éxito del proceso, son precisamente las FARC. Su actuar errático, mercenario, criminal, mentiroso, tanto en el pasado como en el presente, con acciones contra la población civil y permanentes manifestaciones contrarias a lo dicho en La Habana, siembran dudas razonables sobre la legitimidad y los resultados del proceso, así como sobre el cumplimiento que las mismas FARC le darán a un eventual acuerdo.

Es necesario poner las cosas en contexto. Gracias a la Seguridad Democrática, proyecto bandera de la administración del entonces presidente Uribe, las FARC se vieron diezmadas hasta su mínima expresión, lo que las condujo a replantear su estrategia militar, y a retornar a la Guerra de Guerrillas, en la que, a pesar de la enorme inversión del Estado, la guerrilla lleva años de ventaja, y que condujo a un estado de “estanflación” de los resultados en su contra. Las FARC no podían crecer, pero el Estado tampoco las podría derrotar; por la vía militar, ya todo estaba hecho, sin que esto significara suspender las acciones en su contra, como los múltiples resultados adversos que durante las negociaciones han tenido, al darse de baja incluso a miembros del Secretariado y altos cabecillas de diversos frentes.

Un valor agregado que tenían las FARC era el apoyo de ONG's y algunos poderosos ciudadanos y gobiernos de Estados Europeos. Enhorabuena el Gobierno impuso la presencia de observadores internacionales de diferentes cortes y corrientes políticas, que aseguraran la seriedad del proceso. En caso que las FARC opten por levantarse de la mesa, o quieran incumplir lo pactado en ella, el costo político internacional será enorme, y perderán los apoyos que aun les quedan oriundos de diferentes países del mundo, donde creen, equivocadamente, que este grupo al margen de la ley es realmente un Ejército del Pueblo.

El pasado 25 de mayo perdimos la oportunidad de cambiar el rumbo del país. Perdimos la oportunidad de elegir a una mujer que nos prometía, con fundamentos, un cambio en el sistema económico que permitiera garantizar condiciones de vida digna. Perdimos la oportunidad de elegir a un hombre que nos recordaba sus éxitos en la Capital, el desarrollo que alcanzó, la transformación lograda gracias a su rechazo a la corrupción.

Nos dejamos conducir a la terrible dicotomía Santismo – Uribismo, y dado que ni el Voto en Blanco ni la Abstención aportan nada en esta elección, por el contrario restan votos a uno de los dos; yo me decanto porque el que desde el principio, enfrentado con su antecesor, reconoció que estábamos inmersos en un conflicto armado, cuya única salida es la negociación, arriesgando su prestigio nacional e internacional y sus posibilidades de reelegirse y rechazo el oportunismo del otro, que tristemente es de mi misma tierra, y que sólo hace cálculos electoreros para hacerse con el poder y reinstaurar una vez más la Horrible Noche Uribista.

Muchas burlas ha recibido el Presidente Santos por su última campaña publicitaria, y por ello para cerrar, quiero repetir un mensaje del Papa Francisco, cuando comenzó su ofensiva diplomática contra la Guerra en Siria:

...Quisiera hacerme intérprete del grito que sube de todas partes de la tierra, de todo pueblo, del corazón de cada uno, de la única gran familia que es la humanidad, con angustia creciente: ¡Es el grito de la paz! El grito que dice con fuerza: ¡Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, destrozada por divisiones y por conflictos, estalle la paz; ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!

La paz es un don demasiado precioso, que debe ser promovido y tutelado”.

¡Una vez firmemos el tratado, comenzaremos a construir la Paz!