Por:
Juan Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg
La
Política es variable, sobre todo en este país más acostumbrado a
los personalismos exacerbados que a las Políticas Públicas, a los
programas de gobierno serios, a las acciones sostenidas en el tiempo.
Pero esta tradición centenaria de acomodamientos por parte de
nuestros políticos ha tenido su mayor representación en estos
últimos días, particularmente después de la primera vuelta
presidencial que dio como ganador al Exministro de Estado, Óscar
Iván Zuluaga Escobar, candidato del Centro Democrático, partido del
Expresidente-Senador, Álvaro Uribe Vélez.
A
pesar de que la fórmula de que “¡El proceso de La Habana hay que
levantarlo YA!" le dio los resultados que le permitieron derrotar al
Presidente-Candidato en la primera ronda, la adhesión del “Caballo
de Troya” del Partido Conservador, Martha Lucía Ramírez, llevada
al conservatismo para dividirlo lo cual consiguió con todo éxito,
significó el cambio de dicha cerril posición, y ahora también
Óscar Iván Zuluaga es un adalid de la salida negociada al
conflicto, y dice, siempre lo ha sido, a pesar de sus conocidas
manifestaciones públicas contrarias a los diálogos desde el inicio
de la campaña. Oportunismo Puro y Duro, diría yo.
Y
peor aun, Oportunismo Torpe.
Si
es cierto que Zuluaga quiere mantener la mesa de La Habana, lo
primero que debe hacer como Presidente de la República es reconocer
la existencia de un Conflicto Armado No Internacional, en los
términos del Protocolo Adicional II a los convenios de Ginebra sobre
Derecho Internacional Humanitario. Reconocimiento que su patrón se
negó a otorgar a pesar que la definición no puede ser más precisa
para el conflicto colombiano. Si no lo hace, no puede negociar,
porque está prohibido por el DIH, y si lo hace, comenzará el
necesario distanciamiento con el Expresidente-Senador, tal
como ocurrió con el hoy presidente Santos.
El
proceso de paz adolece de muchos problemas, pero, a pesar de ello es
eficaz y sincero.
Eficaz
porque como nunca antes se han dado pasos hacia la constitución de
un acuerdo definitivo, que tiene además la exigencia de ser
refrendado por los colombianos y que ha avanzado como nunca antes en
la historia del conflicto. Es sincero porque, si bien se hace a
puerta cerrada, todos los participantes dialogan con el país, y se
han escuchado a las víctimas, a los ciudadanos, a los jóvenes, a la
Iglesia. Es decir, la Sociedad Civil se ha hecho presente y ha sido
escuchada.
Una
evidente causa de desconfianza en el éxito del proceso, son
precisamente las FARC. Su actuar errático, mercenario, criminal,
mentiroso, tanto en el pasado como en el presente, con acciones
contra la población civil y permanentes manifestaciones contrarias a
lo dicho en La Habana, siembran dudas razonables sobre la legitimidad
y los resultados del proceso, así como sobre el cumplimiento que las
mismas FARC le darán a un eventual acuerdo.
Es
necesario poner las cosas en contexto. Gracias a la Seguridad
Democrática, proyecto bandera de la administración del entonces
presidente Uribe, las FARC se vieron diezmadas hasta su mínima
expresión, lo que las condujo a replantear su estrategia militar, y
a retornar a la Guerra de Guerrillas, en la que, a pesar de la enorme
inversión del Estado, la guerrilla lleva años de ventaja, y que
condujo a un estado de “estanflación” de los resultados en su
contra. Las FARC no podían crecer, pero el Estado tampoco las podría
derrotar; por la vía militar, ya todo estaba hecho, sin que esto
significara suspender las acciones en su contra, como los múltiples
resultados adversos que durante las negociaciones han tenido, al
darse de baja incluso a miembros del Secretariado y altos cabecillas
de diversos frentes.
Un
valor agregado que tenían las FARC era el apoyo de ONG's y algunos
poderosos ciudadanos y gobiernos de Estados Europeos. Enhorabuena el
Gobierno impuso la presencia de observadores internacionales de
diferentes cortes y corrientes políticas, que aseguraran la seriedad
del proceso. En caso que las FARC opten por levantarse de la mesa, o
quieran incumplir lo pactado en ella, el costo político
internacional será enorme, y perderán los apoyos que aun les
quedan oriundos de diferentes países del mundo, donde
creen, equivocadamente, que este grupo al margen de la ley es
realmente un Ejército del Pueblo.
El
pasado 25 de mayo perdimos la oportunidad de cambiar el rumbo del
país. Perdimos la oportunidad de elegir a una mujer que nos
prometía, con fundamentos, un cambio en el sistema económico que
permitiera garantizar condiciones de vida digna. Perdimos la
oportunidad de elegir a un hombre que nos recordaba sus éxitos en la
Capital, el desarrollo que alcanzó, la transformación lograda
gracias a su rechazo a la corrupción.
Nos
dejamos conducir a la terrible dicotomía Santismo – Uribismo, y
dado que ni el Voto en Blanco ni la Abstención aportan nada en esta
elección, por el contrario restan votos a uno de los dos; yo me
decanto porque el que desde el principio, enfrentado con su
antecesor, reconoció que estábamos inmersos en un conflicto armado,
cuya única salida es la negociación, arriesgando su prestigio
nacional e internacional y sus posibilidades de reelegirse y rechazo
el oportunismo del otro, que tristemente es de mi misma tierra, y que
sólo hace cálculos electoreros para hacerse con el poder y
reinstaurar una vez más la Horrible Noche Uribista.
Muchas
burlas ha recibido el Presidente Santos por su última campaña
publicitaria, y por ello para cerrar, quiero repetir un mensaje del
Papa Francisco, cuando comenzó su ofensiva diplomática contra la
Guerra en Siria:
“...Quisiera
hacerme intérprete del grito que sube de todas partes de la tierra,
de todo pueblo, del corazón de cada uno, de la única gran familia
que es la humanidad, con angustia creciente: ¡Es el grito de la paz!
El grito que dice con fuerza: ¡Queremos un mundo de paz, queremos
ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad,
destrozada por divisiones y por conflictos, estalle la paz; ¡Nunca
más la guerra! ¡Nunca más la guerra!
La
paz es un don demasiado precioso, que debe ser promovido y tutelado”.
¡Una
vez firmemos el tratado, comenzaremos a construir la Paz!