Toda la naturaleza
es un anhelo de servicio.
Sirve la nube,
sirve el viento,
sirve el surco.
Donde hay un árbol que plantar, plántalo tú.
Donde hay un esfuerzo que todos esquivan,
acéptalo tú.
Sé tú el que apartó la piedra del camino,
el odio entre los corazones,
las dificultades del problema.
Hay la alegría del ser sano y la del ser justo.
Pero hay, sobre todo, la hermosa,
la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo
si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender.
No sólo se hace mérito con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios: adornar una mesa,
ordenar unos libros...
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Y tiene los ojos fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada día:
¿serviste hoy?
Gabriela Mistral - Chile
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