Respetada Catalina, he seguido con atención
algunas de sus columnas, las cuales encuentro bien sustentadas y acordes a una
cosmovisión estructurada y coherente. No obstante, no comparto el fondo de
muchas de ellas, pues, a su vez, poseo una estructura y una cosmovisión que
considero coherente, pero en muchos puntos es contraria a la suya. Aprovecho
para aclarar que si bien soy Católico, no hago parte de la Jerarquía de la
Iglesia, que tampoco soy un politicucho, y adicionalmente, que el actuar del
Procurador me parece abusivo, retrogrado y anti-cristiano[1].
En ese marco, quiero exponerle mi apreciación
respecto de su columna del 02 de mayo, en el diario El Espectador, Teología de
los tamales[2]. Como se deduce de la
introducción a esta misiva, mi posición no es oficial ni institucional, sino
más bien una iniciativa particular de un laico inquieto.
Primero quiero señalar un hecho, y es que la
Iglesia no es un Movimiento, por lo que su Doctrina, en lo fundamental, debe
permanecer inmutable, pues está basada en lo expresado por aquel sencillo
carpintero de Galilea, que dijo ser “El Camino, la Verdad y la Vida” (Jn, 14: 6),
y sobre lo que sus discípulos construyeron con base en lo que él les enseñó.
Por ello, la Iglesia no responde al Vaivén de los tiempos, sino que es
portadora de un mensaje universal y perenne.
No obsta ello para que innove en su deseo de
difundir sus enseñanzas por medios novedosos, por ejemplo, a través del Twitter,
con la cuenta que el Sumo Pontífice (@pontifex) maneja para difundir su
mensaje. Pero el mensaje, insisto, es inmutable. Lo que sin embargo, no
significa que la doctrina católica sea una “una doctrina tan arrogante que no
admite conversaciones”.
En la Iglesia existen tantas manifestaciones de
esa misma verdad, que inmutable, se presenta de diversos modos, de acuerdo a
carismas, circunstancias y necesidades. Por ello alberga a tantas órdenes,
movimientos, asociaciones y otras tantas modalidades de integración, que son modos
de ser en su seno. Es así como se ha abierto a la Prelatura Personal del Opus
Dei, al Movimiento Comunión y Liberación, al Camino Neocatecumenal, a las
Hermanas de la Caridad (Fundadas por la Beata Teresa de Calcuta), a los
Sacerdotes Obreros, la Compañía de Jesús, los Hermanos Maristas, en fin,
abundantes organizaciones, todas con finalidades y carismas particulares, pero
estandartes todas de un único mensaje: Dios, que es Amor.
Probablemente, se me recuerde ahora la historia
de los muchos hombres y mujeres quienes hoy la Iglesia exalta como Santos y
Beatos, que contradijeron lo dicho por sus superiores, incluso contra el Obispo
de Roma. Recordemos que San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden Jesuita de
la que tanto el Padre Novoa, como el Padre Llano hacen parte, fue objeto de un
profundo escrutinio por parte de la Inquisición, en particular al difundir el
documento de los Ejercicios Espirituales que presentó como respuesta a su
experiencia en Manresa y que hoy es fuente de abundantes bendiciones para su
Orden y otras tantas que han bebido de la “Espiritualidad Ignaciana”. También
lo fue San Alberto Hurtado, otro jesuita, casi de nuestra época, que tuvo que
rechazar las instrucciones de sus superiores, al expresar su deseo de fundar el
Hogar de Cristo, obra mediante la cual se han salvado del hambre y la miseria
miles de personas en Chile, y que es sin dudas el mayor legado de este Santo de
nuestros días.
Pero existe una constante en esos, hoy
considerados Santos, tal vez entonces incomprendidos, y es que su misión no era
hacer mutar el mensaje de la Iglesia en algo que realmente no dice, sino,
buscar una vuelta a los orígenes, a las bases, al fundamento mismo de la Fe, al
encuentro personal con Cristo, como manantial de gracia.
La Iglesia, contrario a lo que usted afirma, es
una institución en permanente diálogo, de avanzada, con el deseo ferviente de
hacer de este un mundo más humano. No por otro motivo es que ha combatido con
denuedo por la Dignidad Humana, incluso antes de que esto estuviera de moda. Ya
en 1891, el Papa Leon XIII, por medio de su encíclica Rerum Novarum, exigía la existencia de condiciones dignas para los
trabajadores. ¿Acaso queremos olvidar de un plumazo la batalla sin tregua del
Beato Juan Pablo II, por la Vida, la Dignidad y la Paz de la humanidad? Lo que
pasa respetada Catalina, es que divergimos en puntos centrales, como en la
respuesta a la pregunta ¿Desde qué momento somos Humanos, y con ello, dignos?
La iglesia, dice el Credo Niceno[3] es
Una, Santa, Católica y Apostólica, pero a su vez, está conducida por hombres,
falibles, imperfectos, y es por ello que en muchas ocasiones falla, y es el
reconocimiento de esas fallas, la que la hace, además, profundamente humana, y
por ello, ella misma, requiere de la Gracia de su fundador, de Cristo, que
decidió construirla como medio para darnos la salvación. Valen pues, sus
reproches sobre los vínculos que jerarcas o laicos “destacados” de la Iglesia
puedan tener con personas e instituciones contrarios a la vida, a la dignidad,
a la justicia, y por ellos habrá que hacer una purga, como las hecho, con éxito
en muchas ocasiones de su historia.
La Unidad de la Iglesia exige que sus
ministros, los Sacerdotes, conserven, dentro de los límites de la libertad de
expresión, un discurso acorde a la enseñanza de su Magisterio, y no podrá
aceptar que sus representantes desdibujen ese mensaje, esa enseñanza. ¿Sería
acaso aceptable que un Magistrado de la Corte Constitucional, se fuera en una
sentencia, lanza en ristre contra el Estado Social de Derecho? De hacerlo, una
gran cantidad de personas, entre ellas usted y yo, le aseguro, le criticaríamos
y le exigiríamos o retirarse de esa dignidad, o moderar sus afirmaciones. Lo
mismo espera la Iglesia de aquellos que han recibido, por su propio deseo, el
Orden Sacerdotal, o cualquier otro tipo de consagración especial. No pueden ser
pues puentes que conduzcan a la división, sino estructuras, que con bases
doctrinales firmes, permitan interpretar de manera innovadora el mensaje que se
les encomendó, pues “la Iglesia está llamada a repensar profundamente y
relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias (…)”
como lo expresó la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (Brasil)
en 2007.
Las posturas que han sido puestas en tela de
juicio, por estos y otros sacerdotes, son parte del fundamento de la
predicación de la Iglesia, su batalla -ya
lo he dicho- por la vida, desde la concepción, hasta su fin natural, no tiene
tregua, ni puede ser morigerada de manera alguna. La familia, conformada por un
hombre y una mujer, no es para la Iglesia un mero capricho, un deseo de imponer
la infelicidad a aquellos que tienen inclinaciones diversas, pues para ella, como
lo decía Benedicto XVI, “es palestra de valores humanos y cívicos, hogar en el
que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente”[4],
es por lo tanto, la base y el sustento de la Civilización del Amor, en la que
todos tengamos cabida. Combatir por procurar su preeminencia frente a otras
modalidades de unión marital, está en el ADN de la iglesia, es su obligación
tanto como su derecho. No obstante, me parece apropiada oportunidad para
recordar lo dicho sobre el homosexualismo por el Catecismo de la Iglesia
Católica: “2358. Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias
homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye
para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto,
compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de
Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor
las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición“.
Con un fraterno saludo, me despido.
03 de mayo de 2013, solemnidad de la Santísima Cruz
Juan Pablo
Gutiérrez Alzate
Laico Inquieto
[1]
En esta entrada expreso mi opinión como Católico, frente a la actuación del
Procurador Ordóñez: http://tanlindoelmiquito.blogspot.com/2012/09/al-cesar-lo-que-es-de-alejandro.html
[2]
Teología de los Tamales, por Catalina Ruiz-Navarro http://www.elespectador.com/opinion/columna-419520-teologia-de-los-tamales
[3]
Credo Niceno-Constantipolitano http://emersonvela.blogspot.com/2012/10/el-credo-niceno-constantinopolitano.html
[4]
Discurso Inaugural V Conferencia CELAM, Aparecida (Brasil) 2007.
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