La Democracia es, sin lugar a dudas, la menos mala
de las formas de gobierno que hemos logrado consolidar, y hasta que no
encontremos una mejor, considero un deber civil y ciudadano el promoverla y
procurar su implantación universal.
La tarea en Colombia, en especial después de la
expedición de la Constitución de 1991, sigue en construcción, y cuenta con
férreos defensores y ubérrimos detractores.
La conformación de la lista del Puro Centro
Democrático, con Álvaro Uribe Vélez, expresidente, a su pesar, de la República,
es un riesgo grave para la Democracia en ciernes de Colombia. Y el peligro no
radica en los serios cuestionamientos que frente a la mayoría de sus miembros
puedan presentarse, sino frente al hecho que, por tratarse de una lista
cerrada, el arrastre, muy seguro aunque inexplicable, que tiene Álvaro Uribe,
puede consolidar una fuerza cercana al 20% del Congreso, con la que, según
ellos, pretende, por la vía del Legislativo, arreglar el país que ha perdido el
rumbo que trazara el entonces presidente, en manos del retrechero y ungido, exministro
estrella, Juan Manuel Santos.
Si la meta de esta nueva fuerza parlamentaria es la
de concretar el trabajo inconcluso y obstruido por la mezquindad santista
comenzado por Álvaro Uribe, cabría preguntarse de qué sirvió el costoso cambio
en “el articulito”, si dos períodos no fueron suficientes para consolidar la
Seguridad Democrática, la Confianza Inversionista y la Cohesión Social, ejes de
la plataforma Uribista y causa del constante reproche del entonces presidente
frente al hoy mandatario.
El peligro entonces se cierne en el Legislativo, no
por la posible concurrencia de una fuerza política de ultraderecha, con amplio
poder decisorio, a la cual deberá enfrentarse o plegarse el Presidente que
suceda a Juan Manuel Santos, o él mismo, sino la presencia de un conglomerado
al cual la Democracia se le hace un obstáculo tan repulsivo.
Todavía recuerdo el desagrado del rostro de Álvaro
Uribe cuando tuvo que escuchar de la voz de quien otrora fuera su Secretario
Jurídico, Mauricio González Cuervo, revestido como Presidente de la Corte
Constitucional, que esta corporación ponía freno de una vez, y por todas, a su
aspiración de reelegirse indefinidamente, a imagen y semejanza de su fiel
contradictor, Hugo Chávez Frías, alma bendita, al que también la Democracia le
resultaba bastante incómoda.
Al menos 20 Congresistas liderados por Uribe,
fácilmente podrían presentar una nueva propuesta de Reforma Constitucional,
convocar a una Asamblea Constituyente, o inventar cualquier ardid jurídico,
para lo cual están altamente calificados, que le permita a su mesías mancillar
por tercera e indefinida vez el manoseado solio del libertador.
Por ello no disimulo mi alegría al darme cuenta,
que, como las harpías que son, los estandartes del Puro Centro, se empiezan a despedazar
ante el primer impase que su aspiración encuentra, como lo están haciendo Óscar
Iván Zuluaga y José Felix Lafourie contra José Obdulio Gaviria, a quienes
muchos le endilgan la circunstancial responsabilidad de ser primo de Pablo
Emilio Escobar Gaviria, como si uno fuera culpable de la familia que tiene, y
en especial, como si sus actuaciones como Consejero Presidencial no fueran
suficientes para tachar su nombre hasta de un Baby Shower.
Ojalá terminen por despedazarse, y con ellos, se
hunda la candidatura del otro Santos que Uribe, con su conocida terquedad,
quiere instalar en la Casa de Nariño.
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