Por:
Juan Pablo Gutiérrez-Alzate (@elmiquitojpg)
Mis respetos para todos los que optamos en primera vuelta por
cualquiera de todas las opciones que había. La primera vuelta de esta
elección fue una de las pocas en muchísimos años en Colombia, en la que
verdaderamente teníamos la opción de escoger, y creo que mayoritariamente así
lo hicimos.
Unos optamos por la opción que resultó en un fracaso estrepitoso,
como ocurrió con Humberto De La Calle, otros con un triunfo en primera vuelta
reflejado en casi un 40% del electorado, y otros tantos millones por opciones
alternativas como la que representa Sergio Fajardo, y el segundo en la
elección, Gustavo Petro.
¿Para qué mencionar a Vargas Lleras, candidato del continuismo de
todo lo malo del Gobierno de Santos, y enemigo de todo lo bueno?
Pero en resumen, el resultado fue que la definitiva se dará entre
Iván Duque Márquez y Gustavo Francisco Petro Urrego. Cada uno representa, al
parecer, una Colombia distinta y cado uno tiene sus propios lastres.
Al otro día de la elección ya se cocinaban las adhesiones de los
perdedores a los ganadores. Vargas Lleras se colgó al Uribismo inmediatamente, entregó su programa de Gobierno para que no pareciera una repartija
burocrática, sino un “Acuerdo Programático”. Por su parte, sin asco de ninguna
clase, el expresidente Gaviria hizo lo propio, y plegó el agónico Partido
Liberal a las migajas que el Partido del que despotricó sin ambages quiera
arrojarle, ahora que otra vez él y el expresidente Uribe son mejores amigos.
El escenario, ya lo dijimos, es el enfrentamiento entre dos
Colombias distintas.
Para abordar la decisión a tomar, es necesario entrar a aclarar
que la Democracia, en su concepción más amplia, trasciende la realización
ininterrumpida de elecciones. Ese es desde luego un pilar fundamental,
garantiza la alternancia en los poderes, y es evidentemente imprescindible.
Pero la Democracia va mucho más allá. Requiere la existencia de
instituciones sólidas, transparentes, empeñadas en la consolidación del Estado
Social de Derecho, que fue fundado como un “acuerdo sobre lo fundamental” en
una época oscura de nuestra nación y que ha tenido profundos efectos en la
sociedad.
Especialmente la Democracia requiere que las Ramas del Poder
Público, dentro de un esquema de pesos y contrapesos, sirvan para controlarse
unas a otras y garantizar que, dentro del marco jurídico establecido, todas
cumplan su deber sin extralimitarse.
El acceso de una sola colectividad a todo el Poder pone en flagrante desequilibrio los pilares de la Democracia, pues no
permite que las mismas ejerzan los pesos y contrapesos que les corresponde.
Es por lo anterior que considero que para la segunda vuelta, la
única opción que garantiza la materialización de la Democracia es la que
enarbola Gustavo Petro, y no propiamente porque él sea un denodado demócrata,
sino precisamente por el sistema de pesos y contrapesos.
La elección de Iván Duque, quien propuso al Senador Uribe como
Presidente del Congreso, es decir como cabeza del Legislativo (https://www.lafm.com.co/politica/ivan-duque-propone-uribe-como-primer-presidente-del-nuevo-congreso)
y cuyo partido planea presentar una propuesta de reforma constitucional que
modifique sustancialmente la Rama Judicial (https://www.elespectador.com/noticias/politica/esta-es-la-reforma-la-justicia-que-quiere-el-centro-democratico-articulo-791455),
garantiza la univocidad de criterios en las diferentes Ramas del Poder Público
en Colombia y permite la eliminación de todos límites que se pueden imponer
recíprocamente.
Con un Congreso compuesto mayoritariamente por una coalición
afecta al ejecutivo, el trámite del cambio de cualquier reforma sería expedito,
y con una NeoCorte todopoderosa, y no sujeta al antecedente jurisprudencial de
sus antecesoras, se pueden adoptar nuevas decisiones que se adapten a las
necesidades del gobierno y sus compañeros del legislativo. Las consecuencias
podrían ser desastrosas.
Ya sé que estoy apelando al miedo para validar mi argumento.
Es verdad, apelo al miedo, pero es un miedo fundado. Y lo es
porque ya hemos visto como gobierna la colectividad de la que hace parte el
candidato aventajado en esta primera vuelta, ya sabemos como está fundado su
partido, que desde sus orígenes es una oda a la personalidad (Ver Estatutos del
Centro Democrático: https://es.scribd.com/document/349528380/Estatuto-Del-Partido-Centro-Democratico-Vigente-2017) y ya sabemos que aquello de los pesos y contrapesos no son los componentes
favoritos del esquema del Estado vigente.
Elegir a Iván Duque es renunciar a estos componentes de la
Democracia, a la independencia de las Cortes, a las aspiraciones del Estado
Social de Derecho. Entronizar nuevamente al Uribismo en el Poder es dar un
salto al pasado, y considero que quienes han optado por marginarse de la
elección o por acudir al voto en blanco, flaco favor le están haciendo a la
Democracia, pues cada apoyo que se le resta a Gustavo Petro, es sin dudas
una ratificación del inminente triunfo de Iván Duque, y me perdonarán mis amigos
que se hayan decantado por estas opciones.
En el otro lado está Gustavo Petro, que puede que, en gracia de
discusión, no sea ni un aventajado demócrata, ni un destacado ejecutor, pero
con certeza será un presidente que deberá someterse al imperio de la Ley, a las
decisiones de las Cortes, al control del Legislativo y al permanente escrutinio
por parte de la ciudadanía (entre la que me incluyo) y los diversos organismos
de control.
Podemos optar por asistir al regreso del poder del Uribismo, con
los riesgos ya señalados, o apoyar una candidatura, que si bien no satisface
los gustos de todos (entre los cuales me incluyo), no pone en riesgo los
pilares de la Democracia, y puede resultar estimulante para la consolidación de
una Sociedad Civil preocupada por el desempeño de las funciones del Estado y
comprometida con su vigilancia y control.
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