Momentos después de su elección, cuando se disponía a saludar a la multitud agolpada en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI se refirió a su antecesor, tal como ya lo habían hecho millones de personas en las horas y días posteriores a su muerte, como “Juan Pablo II El Grande”, al decir que los Cardenales le habían elegido después de ese grande, a él que era un humilde trabajador de la Viña del Señor.
Y el apelativo que le otorgó la multitud es muy preciso, cuando en torno a su figura se reunió para dar gracias por su paso por la tierra, para orar por él, para llorar por su partida, pero también, para cantar y celebrar, (así es la Fe que nos alienta y nos recuerda que estamos llamados a ser felices).
Y “El Grande” no es una exageración, es más, le queda pequeño a ese Papa Eslavo, que también es conocido como El Papa de los récords[1]. Desde el 16 Octubre de 1978, sus cerca de 10 mil días como Papa (el 3er pontificado más largo de la historia) estuvieron rodeados por su energía incontenible, su carisma y la paz que transmitía su presencia.
“El Grande” también fue conocido como el “Papa Viajero”, por sus visitas Pastorales (como máximo pastor de la Iglesia) y Oficiales (como Jefe del Estado de Ciudad del Vaticano) a más de 160 países, en los que se reunió con cerca de mil millones de personas, entre ellos muy especialmente, los jóvenes. De ellos dijo, replicando a Jesucristo, “Sois la luz del mundo, la sal de la tierra” (Mt. 5,13-14). Y para ellos creó las Jornadas Mundiales de la Juventud, en las que se encontró con millones de jóvenes de todas partes del mundo y los motivó a vivir su vida a la luz del evangelio y a ser responsables consigo mismos y con el planeta.
Sus últimos días fueron una gran catequesis, un testimonio de la Fe y de la confianza en Dios que le caracterizaban. Esa recta final estuvo marcada por aquel nefasto 13 de Mayo de 1981, cuando el Turco Mehmet Ali Ağca le propinó dos disparos en su brazo y su estomago en plena plaza de San Pedro. La distancia, el profesionalismo del tirador, el proyectil, eran la suma necesaria para un final mortal, pero como él mismo lo dijo, La Virgen María intervino en su favor.
Sin embargo desde entonces su salud empezó a decaer, hasta el límite en el que lo vimos en aquella Semana Santa de 2005, en la que pese a su deseo tuvo que presenciar todas las jornadas sólo por televisión y cuando salió a su ventana a dar la bendición al pueblo reunido en la Plaza de San Pedro, no pudo pronunciar palabra alguna y se vio en su rostro un gran desasosiego, seguramente porque se sabía ya incapaz de cumplir la misión encomendada por Dios. Fue al mismo tiempo una muestra de su talante, de su sencillez, de su abandono a la voluntad de Dios.
Su partida fue tranquila según relataron sus auxiliares más cercanos, y su despedida multitudinaria. Líderes religiosos y políticos de todas las vertientes y latitudes se reunieron en torno a su cuerpo para despedirlo. En ese acto una imagen se mostró al mundo, cuando sobre su ataúd de abedul se pusieron los evangelios y estos, con la fuerza del viento, se fueron cerrando hasta la última hoja, mientras el entonces Cardenal Ratzinger, afirmaba que él ya se encontraba en la ventana del Padre, y desde allí nos bendice.
El proceso de su Canonización ha sido sui generis: La dispensa de Benedicto XVI para iniciar el proceso sin esperar los cinco años que el Derecho Canónigo ordena para el inicio, la solicitud de la gente en las múltiples ceremonias en su honor que a una voz clamaban “¡Santo Súbito!”, los miles de testimonios que llegaron a la Congregación para la causa de los Santos de personas que afirman haber recibido favores por intervención del Papa, el milagro que le fue reconocido y por el cual será convertido en Beato[2] que liberaba del mismo mal que había aquejado hasta el último de sus días al Papa Peregrino a una religiosa francesa que solicitaba su intervención.
También el día de la ceremonia es muy significativo, el 01 de Mayo, el día que da inicio al mes de la Vírgen a quien encomendó todo su pontificado, desde su escudo papal hasta su lema “Totus Tuus”, y es también el día internacional de los Obreros, aquellos con quienes tuvo tanta empatía y a quienes les pidió buscar la santidad en las cosas más ordinarias de la vida. También es el día del Señor de la Divina Misericordia, devoción surgida en su natal Polonia y que él mismo estimuló.
Ese 1ero de Mayo habrá gran revuelo en el Vaticano, en Roma, en el mundo, ese 1ero de Mayo se reconocerá lo que ya muchos sabíamos desde que Juan Pablo II vivía, que era un hombre con línea directa con Dios, un místico, un maestro, un padre, un amigo, un ejemplo, un Santo de nuestros Días.
Beato Juan Pablo II, ¡Ruega Por Nosotros!
[2] Testimonio de la religiosa francesa Marie Simon Pierre, curada de Parkinson por intercesión de Juan Pablo II http://www.youtube.com/watch?v=Esd0_PCTUyY
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