domingo, 9 de octubre de 2011

Falsos Positivos, Verdaderos Crímenes


Por: Juan Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg


Puede que muchas personas ya hayan dicho lo mismo que yo, pero me resisto a aceptar que toda Colombia no se levante en contra de esta conducta vil y miserable que han venido a maldefinir “Falsos Positvos”, y aun cuando toda Colombia levante su voz de indignación y protesta no será suficiente pues el daño, infortunadamente, es absolutamente irreparable. Se trata de una anomia premeditada que pretende hacernos errar.

No estoy seguro de ser una de tantas voces, o un solitario histérico en el desierto, que se indigna hasta el llanto al saber que hombres que juraron protegernos se han valido de los medios de la tortura y la barbarie, emulando los nefastos criminales que dicen perseguir, en la búsqueda de beneficios patrocinados por sus superiores, y los superiores de sus superiores, en procura de estadísticas que ilustren lo bien que va el restablecimiento del orden público en esta, que por ser la seguridad nuestra máxima aspiración, no deja, ni dejará de ser (espero fervientemente equivocarme), más que una republiqueta sin norte y sin futuro.

Porque el escándalo de los Falsos Positivos es, desde su denominación, una atrocidad de proporciones dantescas. Ya el hecho de afirmar que un Civil asesinado con las armas que pagamos con nuestros impuestos se trata de un Positivo, y que además es Falso, es una muestra del desprecio por la vida que inunda nuestro país y de la complicidad de los opinadores de Colombia, que han aceptado sin censura alguna que estos Crímenes de Lesa Humanidad, se tratan de “Falsos Positivos”. Pues estas deleznables conductas no son nada más ni nada menos que eso, Crímenes contra la Humanidad toda, que hieren a la sociedad al arrancar del seno de las familias a personas inocentes, que tal vez por su misma inocencia son la mejor carne de cañón que catapultará a los viles perpetradores a posiciones más altas o a descansos más largos y mejor remunerados.

Y la magnitud del asunto se agrava aún más (si eso es posible), porque hace parte del nefasto círculo vicioso de un país que ha caído en la falaz creencia de que su mayor problema es la inseguridad y ha optado por bajar la fiebre para curar el cáncer, con un descuido criminal por la solución de las verdaderas causas de los verdaderos males que nos aquejan. Por ello creo que un país en el que el mayor porcentaje de sus recursos está destinado a la adquisición bélica no merece un futuro mejor del que nos estamos forjando, condenando a nuestros jóvenes a la mezquina necesidad de definir como vocación la dicotomía de engrosar el hampa o las fuerzas armadas, que como ya vimos, también tienen hampones. Pero no es que el ejército o la Policía sean criminales por definición, sino que se han visto sumidos en una lógica maléfica que desnaturaliza sus fines y deslegitima su accionar.

Muy profunda es la contrición a que están obligados tanto los comitentes de estos inenarrables actos como sus determinadores, tal vez más culpables por su poder corrupto y corruptor y por su posición privilegiada. Además, el reproche que como sociedad estamos en mora de hacerles debe estar inspirado a la vez por la máxima humanidad que ellos han despreciado, y por el ánimo de ejemplarizar a otras personas para que en similares circunstancias, opten por las conductas apegadas al Derecho y a la Dignidad Humana.

Es nuestro deber como sociedad, si aspiramos a llegar a algo más que a un Estado fallido, alzar nuestra voz en contra de estos actos para asegurarnos que no quedarán impunes y en especial, que no ocurrirán nunca más.

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