martes, 31 de enero de 2012

Tiempos de Otoño


Por: Juan Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg


“Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol que en Tiempos de Otoño se queda sin hojas…”
Canción de las Simples Cosas, César Isella

La realidad ha encallecido nuestro corazón, no nos es extraña una masacre, una matanza, un secuestro, un magnicidio. La impunidad es natural al sistema que pretende ser de justicia y está permeado por las mismas y oscuras fuerzas que debería perseguir.

Han transcurrido diez largos años desde aquel día en el que los que él se dedicó a denunciar, se propusieron silenciarlo para siempre. Recuerdo el pasar por la sede del periódico; espontáneamente cientos de personas habían dejado mensajes de apoyo hacia él que aún se debatía entre la vida y la muerte, y de repudio a esa manida práctica de nuestra patria de callar a balazos a quienes no podemos vencer con argumentos.

Sólo una semana antes lo habíamos conocido, nos encontramos con el Subdirector del periódico en un taller que nos dictaban como Corresponsales Escolares que éramos para la sección Colegios que circulaba semanalmente en el diario. Nosotros, como delegados del Colseñora, asistíamos a esta clase de encuentros, como en el que nos cruzamos por primera vez, y tristemente, por última, con él, con Orlando Sierra Hernández.

Le formulamos una pregunta de la que surgió una historia relacionada con el papel informativo de la prensa, contada con total claridad y sobre todo, con un ácido humor que hacía más fácil entenderlo y más divertido escucharlo. No era para nada acartonado, más bien fresco y accesible. Así mismo eran sus “Puntos de Encuentro”, sus columnas, con las cuales criticaba sin desparpajo a los funcionarios que cumplían mal su deber, pero también, elogiaba las ejecutorias de algunos que así lo merecieran.

Estas columnas fueron su sentencia de muerte, pues con ellas hundía su dedo en las llagas que ha dejado la corrupción que ha desmantelado al Departamento Modelo. No era un moralista, ni mucho menos, pero si un gran estandarte de un modelo de Estado que está lejos de ser realidad, uno en el que los funcionarios cumplan su deber sin esperar por ello dádivas o prebendas, y que no se alíen con aquellos que la misma sociedad hemos tildado como delincuentes.

Era sobretodo éste último, el punto central de sus columnas, una descarnada, que no exagerada, crítica a esos hombres y mujeres que sostuvieron un contubernio criminal con esos otros profesionales en atentar contra los Bienes Jurídicos, y que hoy, diez años después de este Magnicidio, que lo es, aún están impunes a pesar de haber sido los que mediante instigación, mandato, orden, o cualquier otro medio idóneo, lograron que un matarife lo llevara a cabo material y directamente, y son ellos los más culpables, y sobre quienes la justicia debería actuar con mayor rigor.

Manizales y Colombia necesitan más Orlandos Sierra que denuncien sin temor, y muchos menos criminales que quieran silenciarlos. Tenemos que hacer imperativo el Prohibido Olvidar, y así no despedirnos de ellos lo mismo que un árbol que en Tiempos de Otoño se queda sin hojas...

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