Por: Juan
Pablo Gutiérrez Alzate - @elmiquitojpg
“Uno
se despide insensiblemente de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol que en Tiempos de Otoño se queda sin hojas…”
Canción
de las Simples Cosas, César Isella
La realidad ha
encallecido nuestro corazón, no nos es extraña una masacre, una matanza, un
secuestro, un magnicidio. La impunidad es natural al sistema que pretende ser
de justicia y está permeado por las mismas y oscuras fuerzas que debería
perseguir.
Han
transcurrido diez largos años desde aquel día en el que los que él se dedicó a
denunciar, se propusieron silenciarlo para siempre. Recuerdo el pasar por la
sede del periódico; espontáneamente cientos de personas habían dejado mensajes
de apoyo hacia él que aún se debatía entre la vida y la muerte, y de repudio a
esa manida práctica de nuestra patria de callar a balazos a quienes no podemos
vencer con argumentos.
Sólo una
semana antes lo habíamos conocido, nos encontramos con el Subdirector del
periódico en un taller que nos dictaban como Corresponsales Escolares que
éramos para la sección Colegios que circulaba semanalmente en el diario.
Nosotros, como delegados del Colseñora, asistíamos a esta clase de encuentros,
como en el que nos cruzamos por primera vez, y tristemente, por última, con él,
con Orlando Sierra Hernández.
Le formulamos
una pregunta de la que surgió una historia relacionada con el papel informativo
de la prensa, contada con total claridad y sobre todo, con un ácido humor que
hacía más fácil entenderlo y más divertido escucharlo. No era para nada
acartonado, más bien fresco y accesible. Así mismo eran sus “Puntos de
Encuentro”, sus columnas, con las cuales criticaba sin desparpajo a los
funcionarios que cumplían mal su deber, pero también, elogiaba las ejecutorias
de algunos que así lo merecieran.
Estas columnas
fueron su sentencia de muerte, pues con ellas hundía su dedo en las llagas que
ha dejado la corrupción que ha desmantelado al Departamento Modelo. No era un
moralista, ni mucho menos, pero si un gran estandarte de un modelo de Estado
que está lejos de ser realidad, uno en el que los funcionarios cumplan su deber
sin esperar por ello dádivas o prebendas, y que no se alíen con aquellos que la
misma sociedad hemos tildado como delincuentes.
Era sobretodo
éste último, el punto central de sus columnas, una descarnada, que no
exagerada, crítica a esos hombres y mujeres que sostuvieron un contubernio criminal
con esos otros profesionales en atentar contra los Bienes Jurídicos, y que hoy,
diez años después de este Magnicidio, que lo es, aún están impunes a pesar de
haber sido los que mediante instigación, mandato, orden, o cualquier otro medio
idóneo, lograron que un matarife lo llevara a cabo material y directamente, y
son ellos los más culpables, y sobre quienes la justicia debería actuar con
mayor rigor.
Manizales y
Colombia necesitan más Orlandos Sierra
que denuncien sin temor, y muchos menos criminales que quieran silenciarlos. Tenemos que hacer imperativo el Prohibido Olvidar, y así no despedirnos de ellos lo mismo que un árbol que en Tiempos de Otoño se queda sin hojas...
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