Por:
Juan Pablo Gutiérrez-Alzate (@elmiquitojpg)
Decidí
guardar silencio después de los resultados del domingo en aras de una pretendida
caridad en la que estoy dejando de creer, para no herir ni ofender a nadie. Pero no me aguanto más porque me parece que parte de la caridad es decirle a
las personas lo que son, así esto sea malo, para que se convierta en lo que dirían los expertos en calidad: Una Oportunidad de Mejora.
Así que sí, éste
es un país de estúpidos. Estúpidos como yo que apoyamos el SÍ en el plebiscito,
y por estúpidos creímos que la “simple” promesa de silenciar los fusiles de las
FARC era suficiente para convencer a esta caterva de estúpidos que bien valía la pena tragarse los supuestos sapos del acuerdo. Tan estúpidos que creímos que
con la multimillonaria publicidad gubernamental se iba a lograr convencer a la
gente de las virtudes de los Acuerdos, y que en efecto eran los mejores a los
que se podía llegar. Estúpidos porque albergamos la Esperanza de que éste sería
el despertar de una Colombia mejor.
Estúpidos
porque le compramos el humo a las firmas encuestadoras, estúpidas también y
además delincuentes incapaces de hacer bien su trabajo, porque se dejaron
convencer por esos que estúpidamente no tenían los pantalones para decir el
verdadero sentido de su voto, pues se sentían tan avergonzados de apoyar el
NO, que preferían callarlo para la intimidad cómplice del puesto de votación.
Estúpidos
también nosotros “los académicos”, que convencidos con el post-estructuralismo,
creímos que se iba a imponer la idea, ajena a nuestra idiosincrasia, que los
conflictos se han de resolver únicamente por la vía negociada. ¡No, estúpidos,
acá queremos es plomo!
También es el
país de los estúpidos del NO en el plebiscito, los estúpidos del #SíPeroNoAsí.
- ¡¿Entonces
cómo, estúpidos?!
- Ah no,
nosotros somos tan estúpidos que no somos quienes deben proponer las ideas de
cómo “sí”.
Estúpidos
muchos, que creyeron las sandeces de esos que no son estúpidos, malévolas
sanguijuelas tal vez, pero no estúpidos y que sin empacho alguno, no tuvieron
duda alguna en hacer creer a los estúpidos que los iban a expropiar, a
desfinanciar, a venezolanizar, a judicializar o a mariquiar.
Estúpidos
porque exigían, aupados por los opositores, una renegociación de los Acuerdos (que
se ve hoy posible porque parece que las FARC no son tan estúpidas), pues
creyeron que los casi cuatro años de negociaciones públicas, fueron una recocha
de amigotes en torno a habanos, mojitos, playa, brisa y mar.
Estúpidos muchos
que le comieron al miedo sembrado por esos que estaban era en contra, no por
desaprobar los Acuerdos, como se puede deducir de las “propuestas” que han
planteado hasta ahora, (estúpidas todas cuando las hay), sino haciendo cálculos
para promover las candidaturas para la Presidencia, y en la posibilidad de una
Asamblea Nacional Constituyente, para ver si por fin, por la vía democrática,
le remueven a su fundador y profeta el obstáculo para ser Presidente Vitalicio
del país, a pesar de que eso sí nos acercaría más a la Venezuela Totalitaria
que legó Hugo Chávez.
Estúpidos como
los más de 15 millones de estúpidos que no les dio la mente para pararse a
decidir por el sí o por el no. Estúpidos que no comprendieron la relevancia
histórica de estos momentos de efervescencia y calor. Estúpidos a los que el país
les vale lo que vale un banano en la puerta de una escuela, incapaces de tomar
partido, de hacerse oír.
Estúpidos
muchos que creen que el Comité del Nobel se puede comprar a cualquier precio,
porque estúpidamente creen que todos tienen uno. Y estúpidos también los que
creen que Juan Manuel Santos no lo merece porque perdió el plebiscito, porque
desconocen que la voluntad de Alfred Nobel es que este galardón se diera para reconocer
los esfuerzos, tanto menos que los resultados. Estúpidos los que critican las
ansias del Presidente de recibirlo, porque no aceptan que es mejor aspirar al
Nobel de la Paz que a la Reelección indefinida. Ojalá que Santos no sea tan
estúpido de dejar pasar este respiro, para concretar YA los Acuerdos.
Y el último, el
que de estúpido no tiene ni una cana, es el mayor de todos los redomados fascistas
que alberga este país, que miente sin sonrojarse, que manipula sin titubear,
que engaña para obtener beneficios particulares cuando en el discurso dice que
le preocupa “La Patria”. Ese no es ningún estúpido, al contrario, se aprovecha
de la legión de estúpidos que lo idolatran mientras se encarga de seguir
destruyendo el país.
Antes del
Plebiscito la Paz no era para mí un tema de Santos contra Uribe, lo afirmo con
la mano derecha levantada haciendo la Seña Scout, pero después del domingo, y
particularmente después de la confesión de Vélez Uribe, dilecto discípulo de
Uribe Vélez, sobre la forma delincuencial en la que adelantaron la campaña por
el NO, se convirtió en algo más que personal, que concretó mi deseo que la
descripción que del infierno hiciera Dante Alighieri fuera cierta, y que el
puesto que Álvaro Uribe Vélez tiene asegurado en él corresponda al de la Novena
Fosa del Octavo Círculo.
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