domingo, 8 de mayo de 2011

Oda a mi Madre

Por: Juan Pablo Gutiérrez ALZATE - @elmiquitojpg


Delgada, de estatura media, ojos verdes con miel, cabello entre cano y castaño, con 55 años de vida, funcionaria pública de toda una vida. Hija, tía, hermana y sobre todo madre ejemplar… Esa es Carmenza Alzate Salazar, esta sencilla mujer que aquel 19 de marzo de 1987 se volvió por primera y única vez en madre, y justo de mí, tan verracamente HP que soy. Gracias a Dios me tocó ella, tan buena.
            
  
            Huérfana de padre a los 14 años de edad, criada por otra grandiosa mujer que ya no nos acompaña físicamente, mi abuelita Anita, se graduó del colegio con 16 años e inmediatamente engrosó el servicio civil en el municipio de Aranzazu (Caldas), pueblo que nos vio nacer, como secretaria y terminando como Tesorera del pueblo.
             
            Nunca se casó, probablemente porque para ella era mucho más importante estar a cargo de Anita y de sus dos hijas adoptivas, Martha Adriana y Diana María, mis primas, mis hermanas, que hacer caso de galanteos, de los muchos que le hacían. Sin embargo, su proyecto de vida tenía un imperativo con límite de tiempo: “Si a los 30 años no estoy casada, tengo un hijo”.
       
            Y no es que lo hubiera buscado, al modo como hoy muchas personas lo hacen, alquilando un vientre o algo por el estilo… Simplemente el destino se confabuló con la coincidencia para que sus deseos se hicieran realidad. Así conoció a mi padre, un galante oficial de la policía que había sido asignado como su escolta y de allí surgí yo, la prueba de que hasta las mejores personas pueden hacer cosas no tan buenas… Mentiras, ni tanto, a pesar de todo, salí hasta medio bien.
           
           Nací cuando ella tenía 31 años y un mes y simultáneamente mi madre se enteró de asuntos de mi padre que no vienen al caso, pero que hacían imposible que ella y él vivieran juntos. Él simplemente desapareció.
               
             Siempre se esforzó mucho porque no nos faltara nada a mi abuelita, mis primas ni a mí. Desde que nací dijo que quisiera que yo tuviera más opciones que ella, y que preferiría que yo me educara en Manizales, capital de Departamento, donde seguramente sería mucho mejor preparado. Nuevamente el destino se puso a su favor (a favor de sus planes), y por esa época fue vulgarmente echada literalmente a escobazos de su puesto como Tesorera del municipio, razón por la cual tuvo que irse a Manizales a buscar medios para seguirnos proveyendo sustento.

                En Diciembre de 1990 llegamos todos a Manizales, después de estar ella viviendo seis meses viviendo allá. A pesar de los ingresos poco robustos que tiene, siempre me procuró la mejor educación, igualmente la estabilidad y la tranquilidad de mi abuelita y de mis primas. Siempre complementó sus ingresos vendiendo productos por catálogo, ropa a domicilio, y por otra infinidad de medios, que nos permitían tener una vida acomodada y tranquila, al menos para nosotros.

                La muerte nos sorprendió por allá en 2003 llevándose a Diana María, para mi mamá fue un golpe muy duro del que creo que sólo hasta ahora se está terminando de recuperarse por completo; yo me graduaría ese año del colegio e ingresaría, a pesar de su solicitud de que estudiara Medicina, a la carrera de Derecho.

                La idea no es hacer un mea culpa a través de este escrito, sin embargo es bueno expresarle lo mucho que siento el no haber respondido siempre, no como ella ha querido, sino como ella se merece. Porque mi madre sabe que no me educó para que yo hiciera lo que ella quisiera, sino para que forjara mi propio criterio, infortunadamente muchas veces he violentado ese legado que ha tratado de dejarme. Sin embargo, ella sabe que la amo, y que trato de conducirme por una senda de rectitud y compromiso similar, siquiera pálidamente, a aquella que ella misma ha trazado.
            
                  No quiero extenderme más, simplemente quiero decir con todas las fuerzas de mi corazón:

¡Te amo mamá! Gracias por Todo

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